A partir de las nuevas posibilidades tecnológicas que se presentan en la actualidad, el liderazgo puede ser ejercido por toda aquella persona dispuesta a aceptar el desafío y el compromiso de ser autónomo, precisamente como contraposición el concepto de sujeto-objeto, recipiente, recibidor, que no puede actuar sino de manera interdependiente con otros sujetos también autónomos.
Para el desarrollo de la competencia comunicacional de liderazgo, esta concepción reticular y creativa del liderazgo es clave. Difícilmente haya procesos de creación de valor en organizaciones en las que el conocimiento sea un objeto tabulado, encerrado en lo más alto de la pirámide dirigencial y que no integre flujos comunicacionales multidireccionales, sino solo descenso vertical de información.
La clave para el desarrollo de un modelo comunicacional que facilite los aprendizajes necesarios por cada uno y por el colectivo organizacional consiste en generar una red de conocimientos permanente que provea de contenidos clave utilizando todos los recursos de conocimientos y habilidades disponibles.
Una red de comunicación es una red especial que hay que construir, no es cualquier red: la comunicación es un activo intangible. Por lo tanto para poder realizar esta red, es imprescindible disponer una cultura diferente en la organización, que facilita complejizar las miradas para que entre todos podamos interactuar generando conocimiento como recurso y como contexto.
Este concepto desarticula la articulación tradicional de los modelos de gestión de recursos humanos y capacitación que generalmente están replicando el modelo de la sociedad de formación escolar.
Para la generación de esta red de comunicación, es importante pensar qué es lo que puede proveer cada integrante de la organización para la construcción de la misma, valorando a cada individuo como un ser autónomo y portador de múltiples conocimientos.
Cuando se habla de aprendizajes y herramientas la pregunta es si en la organización existen canales por los cuales se estimula el aprendizaje y existen herramientas que simulen nuevos aprendizajes.
Si es así, la gente de recursos humanos y de capacitación ya no solamente tiene que trabajar permanentemente como parte de la optimización para aprender cómo se hacen las cosas.
Para fortalecer iterativamente la relación entre liderazgo y la gestión comunicacional es clave el valor de lo colectivo, de las personas trabajando en equipo para generar valor participativamente, de modo tal que este trabajo se multiplique en distintos planos tanto internos como externos a la organización.
Hablar de trabajo en equipo no es un tema novedoso, sin embargo la novedad la podemos encontrar si quisiéramos constatar que lo que se dice en la materia realmente se hace, puesto que el discurso y la realidad no siempre son compatibles, ya que es muy común encontrarnos con organizaciones que establecen discursos participativos pero que en la realidad el comportamiento del conjunto de sus miembros entrelazan sus acciones en modelos no participativos.
En esto debemos ser muy claros: la participación no puede ser un elemento meramente declarativo, sino que para la Gestión en la Comunicación resulta fundamental tener en cuenta que la participación es mucho más que “estar conectado”.
Se trata de favorecer espacios que faciliten formar, tener y tomar parte en los procesos orientados a la creación de valor en las organizaciones, facilitando involucrar en lugar de convencer, enriqueciendo la toma de decisiones a partir de la experiencia individual agregada para la integración entre los objetivos institucionales y los individuales, a través de la generación de redes de comunicación, la emergencia y desarrollo de nuevas alternativas para el desarrollo de la organización tanto a nivel interno como externo.
Es aquí donde la necesidad de recurrir al aprendizaje como generador de cambios es fundamental. Por aprendizaje entendemos no solamente a una facultad propia de las personas sino que lo estamos colocando en el nivel de la interacción social posible de las personas, que potencia el conjunto del conocimiento de cualquier tipo de organización.
En este sentido decimos que todos los que componen una organización constituyen un potencial de aprendizaje, las personas aprenden unas de otras, con lo cual ese potencial no es un “don” de cada uno sino una habilidad de todos, en la medida en que haya espacios crecientes de comunicación con amplios grados de autonomía y participación sostenible en el tiempo.
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