La competencia comunicacional requerida para generar los planes de imagen y comunicación institucionales, se relaciona directamente con la necesaria explicitación de la estrategia comunicacional de una organización donde es posible poner en sistema todo aquello que comunica en las id-entidades: la cultura, los discursos, los productos y servicios, los soportes, la infraestructura, la política de recursos humanos, la gestión de prensa, la publicidad, la atención al público, las acciones con la comunidad, etc.
Para las organizaciones contemporáneas la necesidad de una imagen y comunicación pública de alto nivel vuelve, a la coherencia y unidad del discurso institucional, un requisito indispensable para la supervivencia y el desarrollo en un mercado cada vez más competitivo y exigente en el que no es aconsejable dar ventajas.
Conviene tener claro que la credibilidad pública de las organizaciones en la actualidad, se encuentra menos vinculada a la capacidad de persuasión de cada uno de los mensajes que emite que a la potencia de la confirmación mutua del conjunto comunicacional como un sistema coherente.
En tal sentido, la Planificación Comunicacional, encarada como un proceso continuo e iterativo de análisis – programación - ejecución - evaluación, en el que a partir de un conjunto de metodologías y herramientas específicas, pueden prepararse planes, programas y proyectos de corto, mediano y largo plazo –normativos y estratégicos - es una herramienta clave para facilitar y optimizar la gestión en la comunicación de las organizaciones.
Paradójicamente, la planificación comunicacional es tanto un proceso de planificación global como sectorial: si bien cuenta con programas y proyectos específicos que deben estar claramente integrados con la estrategia institucional, por tratarse de una intervención comunicacional, la misma impacta en todos los niveles de nuestra organización - objetivo.
Por ello, además de contar con la más alta calidad técnica y rigor metodológico, resulta necesario garantizar los más altos niveles de participación de todos los actores involucrados en el proceso de planificación a implementar, favoreciendo espacios que faciliten formar, tener y tomar parte en los procesos orientados a la creación de valor en las organizaciones es el pilar fundamental de toda intervención profesional en nuestro campo.
Al adentrarnos en el terreno de la previsión, conviene tener en cuenta que ninguna acción que emprendamos generará tan sólo el efecto buscado. Nos encontramos con cantidades de impactos imprevistos y aun con las mismísimas causas de nuestras acciones en el camino.
Por mejor concebidos, diseñados, redactados y presentados, que se encuentran nuestros Planes, Programas y Proyectos, si la legitimidad social de los mismos se desarrolla de manera insuficiente, no contaremos con los márgenes de maniobra siempre necesarios para garantizar la sustentabilidad de todo proceso de planificación en el tiempo.
Recordemos que planificamos para favorecer el diálogo entre las Soluciones y los Problemas, para Poner en Común las Alternativas, para fortalecer la Toma de Decisiones directamente vinculada con la optimización de la Calidad de Vida en Nuestras Comunidades.
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